La noche cegaba la visión con su incontrolable lluvia y el cielo sabía que por alguna razón habría de llorar. Se presentaban unas cortinas de un estudio recogido en un barrio que bien se podría referir a cualquier sitio de reunión bohemia. Sus paredes rompían por desgaste y dentro de ellas existía una habitación que bajo aquella luna se convertiría primero en un cárcel, después en una psiquiatrico y por último en un ataúd.
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